domingo, julio 31, 2011

Cinismo posmoderno

Leo en El Espectador estas palabras de nuestro presidente, Juan Manuel Santos:
“Yo aprendí a escribir a los 33 años, porque fue cuando me nombraron subdirector de El Tiempo, venía de Londres y tenía que escribir editoriales y por las manos, el yugo de los correctores de estilo, sobre todo de uno: Jaime González Parra”. Cuenta el periódico que «González era quien le advertía todos los días: “Doctor Santos: ‘ojo, qué diría Cuervo con esta palabra, ojo con ese nefasto gerundio, ojo con el abuso del adjetivo’”». Es aquí cuando me pregunto: ¿Cómo puede alguien llegar a ser subdirector del periódico más importante del país sin saber escribir? Bueno, de la misma manera en que muchas personas llegan a altísimos cargos sin saber hacer aquello para lo que han sido nombrados. Luis Camilo Osorio, por ejemplo, fue un pésimo Fiscal, y no tenía experiencia alguna en derecho penal, condición necesaria para ejercer dicho cargo. Es decir, aparentemente muchos de estos importantes puestos son otorgados “a dedo”. En el caso de nuestro presidente, asumo, o que bien que está bromeando, o que efectivamente no tenía idea idea del oficio cuando lo nombraron en tan importante puesto. Por supuesto, debió pesar su apellido, es decir, su padre era co dueño del diario. Así,muchas cosas se hacen en el país. Se nombra una persona con credenciales -un cartón de x o y universidad-, pero no tiene las capacidades para ejercerlo. Se asume que debido a su brillantes pergaminos podrá, en poco tiempo, aprender a hacerlo. El problema es que cuando vamos a mirar, tampoco es que sean personas muy brillantes. Están simplemente bien conectadas, o son familiares, o pagaron para estar ahí. Es decir, no se nombra a alguien competente, sino a alguien que, o bien está en mi círculo social, un “amigo” o familiar, o bien un esclavo: alguien a quien podamos manipular, con el fin de que nos de la mitad del sueldo, o contribuya a los torcidos que tengo planeado hacer. Semejante declaración cínica de Santos va acorde con su actitud al ser elegido presidente de la república: contrató un actor para que imitara la voz de Álvaro Uribe, y cuando se le preguntó por qué había hecho tal cosa, que es abiertamente ilegal, respondió: “un acto de picardía”. Así pues, nos movemos ante la época del cinismo: obramos mal, y no sólo lo hacemos, sino que nos ufanamos de ello. Ni siquiera pedimos perdón, mucho menos se ve un acto de arrepentimiento. Cuando se interroga a los Nule, salen diciendo que la corrupción es “inherente al género humano”, y Arias afirma que fueron “sólo unos pocos casos de Agro Ingreso Seguro” los que dieron dinero a familias políticamente podridas de la costa. Claro, no menciona que eso equivale a miles de millones de pesos que fueron a parar a su campaña, como ya mostró el “terrorístico y marxista” periodista Daniel Coronel. Pero el problema no para ahí: con ese mismo cinismo, las personas se declaran honestas mientras muestran el carnet del Sisbén -medicina gratuita para pobres sin empleo- mientras con la otra mano van manejando su flamante auto, o muestran su carnet de ingreso a la Universidad más cara de Colombia. Al menos deberíamos tener un poco de vergüenza, admitiendo que lo que hicimos estuvo mal, y luego enmendar el error. Parece, no obstante, que tal vergüenza sería admitir que hemos quebrantado las leyes. Es mejor admitir que lo hicimos, pero jugar a que eso no es una violación. Después de todo, si nos esforzamos en negar la realidad, esta cambiará a nuestro favor, como creen los filósofos pos modernos. Lastimosamente, éstos están equivocados: la realidad, como decía Borges, es de una inagotable riqueza, y el lenguaje de los hombres no agota ese vertiginoso caudal. Por más que nos esforcemos, seguiremos siendo los mismos cacos desvergonzados y subdesarrollados de siempre. Para la Muestra, la tercermundista inauguración del campeonato mundial de fútbol sub-20:  podemos iniciar las apuestas; podría jurar que no se ejecutó todo el presupuesto asignado, y mucho de este quedó en manos de alguien a quien no le importaba dejar en ridículo mundo al al país. Y cuando se le pregunte dirá algo como “fue dinero ganado honestamente”, sólo bajé algunos precios para tener una ganancia, una cosita de nada”. Cinismo, ese es ahora el mal del país.
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Los laberintos - Reflexiones sobre la filosofía de la periferia por Alfonso Cabanzo se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.