y poderte decir lo que aquí no he podido decirte:
hablar como un árbol con mi sombra hacia tí,
como un libro salvado del mar,
como un muerto que aprende a besar
para tí.
Silvio Rodriguez - De la ausencia y de ti
Tabacomancia
El humo del tabaco te adivina en poema, con tus
labios rosáceos, de pétalos abiertos. El humo del tabaco te describe desnuda, se
trepa por tu torso, rosando las cumbres erguidas de los senos. El humo del
tabaco te trastoca, llegando hasta tu boca, buscando en el pasado tus suspiros
futuros. Las cenizas no mienten, y las brasas te llaman, con candentes rugidos
y abrazantes dolores. El carbono gastado que envenena mi vientre busca un acaecer
oculto, evidencia perdida de un pasado infructuoso. La corona quemada se
tintura de negro, augurando rupturas de ese cuerpo deseado. El humo del tabaco hoy
me augura, una muerte lenta, solitaria, esperando el regreso del calor de tu
cuerpo. Hoy recuerdo tu piel, quemada de instantes que durarán, eternos, sin mi
marca sobre ella, sin olvidos difuntos.
El Samsara
El Karma te persigue acechando los muros de tu ciudad perdida. Piedras
centenarias te carcomen los huesos, mientras anhelos remotos me roban la
esperanza de un devenir contigo. Reencarnando por siglos en desiertos baldíos, se
me niega tu vida de pasados conjuntos. Círculos eternos que recorren tus
ímpetus me amarran inerme en una ley natural. Postrado ante tus piernas busco
el mula-adhará,
nado en mares turgentes, trepo al sua
adhisthana. Recuerdo tus ojos que jamás envejecen, y mis dedos recorren tu
perfecta ajata. Busco el agña-akhia,
encuentro el vi-shudha, implorando a los dioses un samsara mejor. Hoy, quisiera
quererte y no poder olvidarte, pero el fin de la vida nublará tus recuerdos,
borrará mi memoria en cada renacer, dejando sólo el castigo de vivir sin amor: ese
olvido malsano que nos lleva a pecar, a olvidar nuestras faltas y a repetir
desgracias. Eso es acaso el universo, un retorno infinito que nos recuerda
siempre cada acto que hemos dejado de hacer.
Los Arcanos Mayores
Esta vez los
arcanos mayores no estarán de mi parte. Mi primera carta es la sacerdotisa, una
mujer con un libro entre sus manos, abierto en una página cuyo contenido
ignoro. Mi estrella corona tu cabeza que mira, mientras te sientas, allá,
arriba, en tu trono, en medio de columnas de saber y con la cruz en tu pecho,
dejando aparte este par de universos paralelos, abandonados a su suerte por un
destino aciago. Mi segundo arcano es Ermitaño, viejo, sólo, encorvado en medio
de la oscuridad. Con una luz en mi mano busco la verdad, busco ese esquivo
autoconocimiento, pero lo único que veo, allá, en la cima, al final del camino
que es el mismo comienzo, son las piernas de la sacerdotisa, quien camina
buscando la luz, pero no al viejo. Luego aparece la carta de los enamorados,
ese par de amantes que vivieron sólo para una tarde corta, triste, incompleta e
inacabada, recortada por las ansias falsas de escoger lo que sabes en el fondo
que no es para ti, terminada por cargar la eterna cruz que te desvela. La
Fortuna, cuarta sota de mi surte, me muestra cómo ya te estás alejando más de
mi, triste, lenta, irreparablemente; cómo quieres, cómo ya no quieres, volver a
estar bajo mi sombra. Mi quinta carta es el Demonio, triste, vacío, habituado a
lo habitual, con grandes cuernos en su cabeza de cabra, con su espada marcando,
de nuevo, mi funesto hado, de lujuria y de desolación. A la sexta echada veo al
Loco, caminando sin preocupaciones, sin pensar, dejándose llevar, arrastrando
su ignorancia sin salir aun del paraíso, protegido por los demás Secretos sin
temor a lastimarse. Finalmente veo una Torre, arrasada por la Ira de la
Divinidad, el maremágnum; sus relámpagos desprenden las almenas que caen sobre
un foso de caimanes, alligators, prestos a lanzarse sobre mi cuerpo inerte tras
la devastación que significa trepar a tu castillo. Ese, por supuesto, sería mi
destino, que me gustaría tuvieses de nuevo entre tus manos, pues pulvis
sumus et pulvis reverterimur.
Horóscopo para el día de hoy...
El Oráculo dice que esta mañana ya te habrás despertado, Todavía y a tu
pesar, pensando en mí. Porque ya durante el alba cerré mis ojos, con tus labios
aun pegados a mi piel. El augurio te dice que hace milenios, cuando aun la
tierra no había enfriado sus corrientes marinas, Cuando aun las estrellas
hervían con la fuerza imparable de la primera catástrofe, Que el triste destino
del Hombre estaba escrito, como escrito está el curso de los surcos de polvo en
el espacio, Que nada se puede hacer ante lo inevitable, y ante lo inevitable
nada ya puede hacerse. Pero si este mundo, como dices, es el mudo artefacto de
un extraño dios, Si este mundo, como creen, es el rudo bosquejo de algún dios
infantil, abandonado a medio hacer ante el oprobio de la imperfección, Si ese
dios es un esclavo, de otros dioses menos diligentes pero más perfectos, todo
cuanto hay ya estaba diseñado, mal pensado y peor armado. Es en este escenario,
dicen los adivinadores, que el destino nos tenía preparado este
entrecruzamiento, Preparaba el nudo armado entre dos hilos que en principio no
debían enredarse, y que poco a poco irá soltándose, ahora, nunca, más tarde o
más temprano. Porque el augurio reza, ya lo sabes, que todo en esta vida ha de
acabarse, porque quieres, porque quise, porque un día la muerte nos separa.
*Algunos de estos textos ya estaban publicados, otros son nuevos. Pertenecen a una serie mayor basada en creencias esotéricas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario