miércoles, diciembre 12, 2012

El profeta del tigre


El Gran Ciclo del calendario maya, que surgió de las tinieblas el 13 de agosto de 3114 a.C., tocará a su fin al cabo de casi cinco milenios, el 23 de diciembre [21, por los bisiestos] de 2012 d. C. Ese día, a decir de los antiguos amanuenses mayas, se cumplirán 13 ciclos, 0 katunes, 0 tunes, 0 uinales y 0 kines desde que comenzó el gran ciclo. Será un día 4 Ahau 3 Kankín regido por el Dios Sol, noveno Señor de la Noche. La luna tendrá ocho días de edad y corresponderá a la tercera lunación de una serie de seis. ¿Qué sucederá entonces? Dice una profecía de katún del libro de Chilam Balam de Tizimín:  

Entonces se divide el cielo                       Ca hualahom caan
se levanta la tierra                                      Ca nocpahi peten
y entonces empieza                                   Ca ix hoppi       
el Libro de los 13 dioses.                          U humo x lahun ti ku      
Entonces se produce                                 Ca uch i   
la gran inundación de la Tierra.                 Noh hai cabil   
Entonces se levanta                                   Ca lik i
el gran Itzam Cab Ain.                                Noh Itzam Cab Ain
El fin del mundo                                          Tz’ocebal u than    
el repliegue del Katún:                               U uutz’katun
es una inundación                                      Lai Hun Yeciil
que pondrá fin                                             Bin Tz’oce(ce)bal 
a la palabra del Katún                                U tan katun

(Michael Coe, El desciframiento de los glifos mayas)

El eurocentrismo y el exotismo hacían ver a los investigadores una escritura “conceptual” cuyos dibujos expresaban directamente ideas y no sonidos consonantes, vocálicos o silábicos. Eran, según estos teóricos, sociedades atrasadas, sin lenguaje escrito fonético. Atanasio Kircher (1602–1680) hizo famosa la interpretación extravagante de la escritura egipcia, que retrasó varios siglos su interpretación. Personajes tan ilustres como Wittgenstein siguieron repitiendo esas sandeces sobre los glifos, y hacia mediados del siglo XX aún se veían textos mayas como expresión de conceptos abstractos.
El ruso Yuri Valentinovich Knorosov fue quien descubrió la Piedra Roseta de la escritura Maya. En su artículo La escritura antigua de América Central, publicado en 1952, Knorosov postuló la siguiente hipótesis: una palabra maya formada por una combinación consonante-vocal-consonate (cvc) era escrita con dos glifos, quedando sin pronunciar la vocal del segundo glifo. De acuerdo con esto, los glifos para tzu y lu se pronuncian tzul, que significa “perro”. Knorozov descifró un gran número de símbolos mayas.
Diego de Landa fue un sacerdote franciscano nacido en 1524 España, conocido por haber quemado la gran mayoría de códices, además de por haberlos masacrado en defensa del cristianismo. Pero también es conocido porque hizo una relación del alfabeto, correlacionando los glifos con fonemas. He aquí una imagen de su manuscrito donde se ve claramente la correlación:
Knorozov se valió de esta traducción, así como de una larga tradición de americanistas ridiculizados por afirmar que los indígenas tenían escritura, para descifrar la lengua maya. Sobra decir que los grupos de extrema derecha guatemalteca lo amenazaron para que saliera del país y dejara de revelar a los mayas como una civilización avanzada.

Lo importante de las profecías no es que realmente venga el fin del mundo. Lo importante es que hace medio siglo un grupo de intelectuales descifraron dichas profecías, entendieron un calendario y una numeración sorprendente, y nos dieron acceso a un vasto universo cultural mediante la comprensión de su escritura. 
 Knorozov

viernes, julio 13, 2012

Derechos de los animales no humanos


Una decisión del Consejo de Estado concedió derechos a todas las especies animales y los equiparó con los discapacitados, se queja un columnista de Semana. Afirma lo siguiente con respecto al toreo:  
 No seré quien defienda esta práctica, pero la verdad monda y lironda es que la prohibición de las corridas de toros en Bogotá y el fallo del Consejo de Estado no tienen el menor efecto práctico sobre la realidad del maltrato a los animales: más bien son triunfos simbólicos de una corriente ideológica radical, una interpretación fundamentalista de la conciencia ecológica. Quienes promueven esta ideología llegaron por fin al poder y los efectos de sus decisiones están por verse.
Según esto, defender los derechos de los animales y buscar acabar con el maltrato animal más extremo –aquél que se realiza en medio de un ritual público y patrocinado por grandes empresas e incluso el Estado– es simplemente un acto de “una corriente ideológica radical” y “fundamentalista”.
En pocas palabras, Rodrigo Hurtado nos está equiparando con, por ejemplo, los talibanes, quienes al llegar al poder prohibieron a las mujeres –de manera radical y fundamentalista– mostrar su piel en público. Pero la comparación no se sustenta porque mientras muchos fundamentalistas radicales estarían dispuestos a matar para imponer sus propuestas, el movimiento animalista busca, por el contrario, evitar al máximo la muerte de seres sintientes. Los animales no humanos, por supuesto, son seres sintientes, de manera que buscamos evitar su muerte, y si no se puede, al menos su sufrimiento. En particular considero que así como no deberían ser privados de su vida en medio de un espectáculo semejante al de los gladiadores romanos,  tampoco deberían sacrificarse para alimentarnos, y menos para probar cigarrillos o maquillaje. La pregunta que todos se hacen es ¿por qué deberíamos evitar matar animales no humanos para suplir necesidades humanas? O, en términos del autor del artículo citado, ¿por qué debemos admitir que los animales (no humanos, le faltó decir) tienen derechos?
El argumento es muy simple. Los seres sintientes, los humanos entre ellos, buscan a toda costa evitar el dolor y buscan la satisfacción de sus deseos y, si seguimos a Epicuro, la felicidad. Si bien no podemos afirmar con seguridad que un gato  –por más de que a mí me parezca que es así– es feliz cuando come, al menos podemos afirmar que sufre cuando aguanta hambre, al igual que los perros de la calle o los animales en los circos. Así mismo, es evidente que un animal libre es más feliz que cuando está enjaulado. Una condición necesaria para esta felicidad es, por supuesto, la vida, de tal manera que si queremos evitar el sufrimiento y ayudar a que todos los seres sean felices, o al menos que satisfagan en la medida de lo posible sus deseos, debemos reconocer que no debemos quitarles la vida.
¿Por qué no, como dijo alguna vez irónicamente Caballero, salvar la vida de un tomate? Sencillo: los tomates no sienten. Aquello incapaz de sentir no necesita ser “defendido” de la misma manera en que un tigre, una cebra o un perro. Por supuesto, no quiere decir esto que ahora podamos impunemente quemar toda la selva amazónica, pues esto tendría consecuencias ecológicas devastadoras –pero este es otro tema–. En síntesis, los animales no humanos tienen derechos porque son seres sintientes. No pensantes, ni racionales, sino simplemente sintientes. Ello ya los pone en la categoría, diría yo, de personas. Igual, exactamente y como lo dice el Consejo de Estado, que los discapacitados. Un niño con síndrome de Down grave quizás no esté en capacidad de razonar de manera totalmente bien, pero aun así siente. Y por ello tiene derechos: a nadie, espero, se le ha ocurrido probar cigarrillos, cosméticos o drogas con discapacitados mentales con el argumento de que no razonan correctamente. Un animal quizás tenga una capacidad de raciocinio igual o algo menor a la de un chico con esta condición –y cuando encuentro a mi gata perdida maullando enfrente de una puerta que no es la de mi casa, o cuando salta contra el escritorio y se golpea en la cabeza empiezo a pensar que en verdad es un poco “quedada”–  pero igual sé que siente.
Finalmente, critico –aunque ya lo había hecho de manera más detenida– los argumentos a favor de la tauromaquia. Se afirma que es una expresión cultural, que es arte y aparte de todo, que hay dependencia económica de quienes viven de este oficio. La cliterectomía –cercenar el clítoris de las mujeres para que no tengan deseo sexual–, o el apedrear a las adúlteras, también son expresiones culturales, y creo que nadie las acepta en occidente salvo los posmodernos relativistas, diletantes y sofistas. El arte es una expresión cultural que no agrede real y físicamente a nadie. Por tanto la tauromaquia no puede ser arte, pues en ésta hay muertos, y bien muertos, no “simbólicamente muertos”. Y el argumento económico, bueno, lo mismo me dijo el último atracador que me robó: “tengo derecho a trabajar para vivir, por tanto, deme su celular o lo mato”.
Este tipo de actitud concuerda perfectamente con esta frase de Gandhi: "La grandeza de un pueblo y su progreso moral se juzgan por la forma en que trata a sus animales".

domingo, julio 08, 2012

Descárate contra Azcárate en tres pasos...

Tocó escribir sobre la columna de Alejandra Azcárate. No la referencio, porque no vale la pena que la lean. Su columna es tan mala como su stand-up comedy, el cual se le ocurrió, podría jurarlo, el día que vio a Andrés López obtener dinero cuando empezó a llamar a la "cuentería" por su nombre en Inglés. El único sketch que conozco de la susodicha fue uno en T.V: el día de las brujas -¿Por qué la llamarían a ella justamente?- salió a presentar su Show disfrazada de Novia y con dos enanos –sí, enanos, como en la televisión Peruana o en Sábados Felices en sus mejores épocas– a quienes llamaba respectivamente “Tom y Jerry”. Fue suficiente. Después de leer hace muchos años que fue novia de Tom, y que se lo pedía públicamente a Fernando Londoño durante su su destape en la revista Soho , quedé convencido de que era furibunda uribista, y su pequeño teatro me sonó postizo, amañado, conveniente, pero sobre todo, insulso. Es decir, muestran mejor sentido del humor Santos y Vargas Lleras cuando afirman que la reforma a la justicia no fue su responsabilidad. Y claro, el toque elegante de los enanos me pareció francamente primoroso; sólo le faltó tirarlos hacia el público, aunque creo que la anorexia que padece seguramente no le daría fuerzas para levantarlos del suelo.
Así que cuando leí su columna no esperaba reírme, y si me sentí un poco mal por mi barriga prominente. Lo bueno es que se burlaba de “las” y no de “los” gordos, pues en las sociedades traquetas como las de Cali y Medellín las mujeres no pueden ser feas, mientras los hombres sí podemos serlo, siempre y cuando seamos, como Fernando Londoño, archimillonarios, aun a punta de robar acciones de Invercolsa o traficar con droga, o ambas. Si no, pregúntenle a Escobar, que tuvo como amante a una estrella de la farándula colombiana, Virginia Vallejo, una “niña bien” de la sociedad; tan escandaloso como si Paola Turbay resultara de amante de Fritanga.
En suma, no soy humorista ni pretendo serlo, pero creo que hay unos mínimos que deben respetarse a la hora de hacer humor; y si se es irónico, es decir, si como a Azcárate le dan ironía las gordas, los enanos y los feos, con mayor razón deben respetarse estos principios.
El primer tip del buen humorista es: no se burle de los oprimidos; hágalo de los poderosos. Claro, puede terminar como Jaime Garzón que por burlarse de Uribe se la cobraron. Pero eso da un aire de valentía y mártir.
El segundo es, derivado del anterior, burlarse siempre de alguien que pueda responder a las burlas. De lo contrario, quedará como un matón (por aquello del “matoneo”), que se burla sólo cuando se siente seguro por estar rodeado de una cuadrilla de matones (o apoyado por un medio de desinformación masivo tipo RCN o Caracol, que ignora sistemáticamente las peticiones de su audiencia).
En tercer lugar, búrlese de manera general sólo de aquellos aspectos  que pueden ser cambiados por la víctima. Un enano… perdón, un “Little People” suena mejor que enano así como “yo hago Stand Up Comedy” suena mejor que “soy un vil cuentero” y “hago Clown” mejor que “soy un pobre payaso”; así que, en la medida de lo posible, use lenguaje políticamente correcto. Continuando con la idea, un enano no puede crecer, así como un negro no puede cambiar de color –excepto si es Michael Jackson–, una mujer no puede ser un hombre y los Santo Domingo no pueden ser de la nobleza así cacen a un príncipe de Mónaco mediante la nieta de Julito (y para colmo, costeños, como Rafael Núñez y los Nule). A nivel personal, atacando a alguien específico siempre podemos burlarnos sabiamente de estas características invariables si respetamos los principios uno y dos. Es decir, no se burle de su subalterno negro, gordo, bajito, calvo y homosexual. Búrlese de su jefe de iguales condiciones, y así adicionalmente sus compañeros verán lo macho/hembra que es usted. Y de paso se abrirá un amplio espectro laboral, que es la expresión políticamente correcta para referirse al desempleo.
Finalmente, búrlese de lo que y de quien se le dé la gana, pero hágalo con humor. Y si además quiere burlarse de alguien específicamente con la intención de insultarlo, humillarlo y hacerle matoneo, o desquitarse de él por matoneos anteriores, lo mejor es hacerlo con inteligencia, de tal manera que él ni se dé cuenta, pero sí lo noten quienes están a su lado. Eso sí, jamás intente escribir columnas humorísticas haciendo reglas o enumeraciones. Nunca funcionan, y es un humor tan facilista y simplón como el burlarse de enanos, negros, calvos y gordos, o de la inteligencia de las modelitos que en el declive de los años aspiran a cambiar de profesión, como la Azcárate.

domingo, febrero 26, 2012

La humanización de lo inhumano


Esta es mi respuesta a un supuesto artículo de Salud Hernández Mora
Decía Aristóteles que quienes no eran griegos eran naturalmente esclavos. Por ello nacían fuertes y ágiles en oficios manuales, mientras que los atenienses y espartanos solían ser diestros en oficios del intelecto.
Esta misma idea, que prevaleció hasta bien entrado el siglo XX en Europa, sirvió de excusa a los más variados pueblos para justificar privar de la libertad a otra persona y obligarla a hacer las tareas más infames para beneficio de su amo. De hecho los esclavos pasaron a considerarse no humanos por muchas culturas. Por ejemplo, los portugueses y españoles que llegaron a América describían a los nativos como animales que se ponían adornos en el hocico y en las orejas, dos expresiones exclusivas en esa época para referirse a las partes de las bestias. 
Esta visión justificó la matanza de millones de indios durante los cuatrocientos años que duró la ocupación europea en nuestro continente, y la barbarie cometida contra los africanos. Los romanos, más cercanos aun a los helenos, obligaban a algunos de sus esclavos, los más fuertes, los mejores, los más sanos, a matarse los unos a los otros. Los gladiadores, así se llamaban estos guerreros privados de la libertad, eran tratados casi como dioses –algunos llegaban incluso a ser liberados– y gozaban de las mejores mujeres y manjares si tenían una victoria.
Cuando eran derrotados el castigo, por supuesto, era la muerte. En algunas ocasiones se usaban animales no humanos para ponerle picante a la función: tigres, leones, y eventualmente uros, una especie bovina extinta. Cuando en roma se puso de moda sacrificar cristianos en el circo para diversión de los ciudadanos del imperio, eran a veces arrojados frente a manadas de toros, que daban buena cuenta de los paganos de la religión romana.
Hoy en día el último vestigio que queda de ese salvaje e inhumano espectáculo que fue la lucha de gladiadores es la tauromaquia. El torero es ahora más un héroe que se juega la vida ante un enemigo que en el mejor de los casos “sólo” ha sido debilitado enterrándole lanzas y banderillas en su espalda. Es, al igual que los antiguos guerreros destinados a luchar en el circo, un ser nacido sólo para esas labores, como los persas, los negros o los indígenas. Ha tenido una vida feliz y larga, llena de cuidados por parte de sus amos, quienes con esmero lo alimentan al igual que alimentaban a los gladiadores y a los africanos que labraban hasta la muerte los campos algodoneros del sur de los Estados Unidos. Es un animal que de otra forma, no habría existido, como no habrían existido los miles de indígenas cuya vida se salvó sólo porque servían de esclavas sexuales o de mineros en los socavones de oro del potosí. La esclavitud, argumentaban los hacendados sureños del Misisipi, es una institución que salva a los negros de su propia miseria, que les da techo y comida; el resguardo no se hizo para oprimir al indio, sino para salvarlo. Afirmar que el toreo es bueno para el toro es sostener lo mismo que estos individuos hicieron en otra época. Burlarse de quienes defendemos los derechos de los animales no humanos porque son pretensiones “ridículas” es como burlarse de quienes defendieron los derechos de los africanos, de los americanos, de los irlandeses o de los judíos en respectivos momentos históricos. Cuenta Peter Singer que cuando un lord planteó por primera vez el derecho al voto de la mujer en la Cámara de los comunes, sus compañeros soltaron la carcajada porque era estúpido pretender que ésta, hecha sólo para estar en casa pariendo y adornando la sala durante las visitas, eligiera al hombre que regiría los destinos de Gran Bretaña, en ese momento dueña de medio mundo.
Hoy en día esas actitudes normales para los griegos, romanos, españoles o británicos nos parecen salvajes, inhumanas, y en el futuro la manera despiadada y cruel como tratamos a los animales no humanos nos parecerá igualmente inhumana. Y las burlas actuales serán motivo de risa, si no de vergüenza, para la raza humana. Si es que antes no llega una raza alienígena a devorarnos, a matarnos en circos, y a hacer abrigos con nuestras pieles.  
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Los laberintos - Reflexiones sobre la filosofía de la periferia por Alfonso Cabanzo se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.