Un hombre tiene una misión divina. Procede a cumplir dicha misión. La lleva a cabo tan bien, que despierta sospechas, recelos y envidias de los líderes de su nación. Es acusado de predicar la existencia de nuevos dioses, de corromper, etc. Es juzgado, y, en un juicio injusto, condenado a morir. Luego se hace inmortal. ¿Quién es? Pues, con esta descripción, es apenas obvio... no puede ser otro sino...
Sócrates. Es decir, el argumento de esta historia tan trillada por estos días ya estaba escrito 300 años antes de Jesús...
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