Es una sección de las "Lecturas Dominicales" que ahora saca EL TIEMPO los sábados. Se hacen preguntas como las siguientes:
"Quiero referirme a la costumbre de hablar de "los factores clave", "los puntos clave" o "los personajes clave". Lo correcto sería usar "claves" ¿o estoy equivocado? Nuestra lengua utiliza el plural en los adjetivos, al contrario de la inglesa."
Y la respuesta es dada por una chica que firma como "Soledad Moliner", un dechado de erudición.
Si miramos en el correo del lector de este periódico, hay por lo menos una carta a la semana en donde se critica la forma gramatical en la cual está conjugando un verbo.
Por ejemplo, vemos un titular como:
"Quiero referirme a la costumbre de hablar de "los factores clave", "los puntos clave" o "los personajes clave". Lo correcto sería usar "claves" ¿o estoy equivocado? Nuestra lengua utiliza el plural en los adjetivos, al contrario de la inglesa."
Y la respuesta es dada por una chica que firma como "Soledad Moliner", un dechado de erudición.
Si miramos en el correo del lector de este periódico, hay por lo menos una carta a la semana en donde se critica la forma gramatical en la cual está conjugando un verbo.
Por ejemplo, vemos un titular como:
"Rodrigo Tovar Pupo, el jefe Paramilitar, se peó en la ley de Justicia y Paz, por lo que deja entrever
con su actitud ante fiscalía y las víctimas"
con su actitud ante fiscalía y las víctimas"
Inmediatamente aparecen una serie de mensajes en los foros, una carta a alias "Soledad", y mil correos sobre el particular, dos de los cuales serán publicados en la sección de la "defensora del lector", diciendo algo como lo siguiente:
Señor editor:
"Veo indignado que en este prestigioso diario los correctores no están haciendo su trabajo. El redactor se equivoca con la expresión "se peó", puesto que el verbo en cuestión es "peer", irregular, que se conjuga como el verbo leer: yo peo, tú pees, él pee; en pasado, yo peí, tu peíste, él peyó... (Quien quiera verificar la exactitud de esta réplica puede remitirse al Diccionario de la Real Academia).
Luego de la aclaración sigue una diatriba sobre lo importante que es que el mejor diario del país (porque es el único) se preocupe por la correcta construcción gramatical de la lengua de Cervantes, para que así nuestra grandiosa nación (Colombia es pasión) siga teniendo la fama de ser el lugar donde mejor se habla el Castellano (que no Español, porque en España, la Madre Patria, se hablan diversas lenguas).
La última de estas campañas en busca del buen hablar la viene realizando Martín de Francisco con las aventuras del profesor Super O, quien busca, ayudado de Cevichica (por lo del ceviche), disminuir los índices de ignorancia.
Pero el héroe de este dibujo animado, lejos de ser uno de los rígidos y encopetados académicos del Instituto Caro y Cuervo, es un profesor costeño, del Chocó y negro, que en lugar de pertenecer a esa clase social que desde los tiempos de la colonia ha detentado el más rancio abolengo, pertenece más bien al pueblo común y corriente. La serie es, por tanto, iconoclasta. Los puristas de la lengua habrían puesto como protagonista seguramente al cartagenero Rafael Nuñez, blanco y católico hidalgo del Partido Liberal, quien, además de idear la Constitución colombiana de 1886 se dedicó a traducir del latín a Horacio, en los ratos libres que le dejaba la penosa tarea de gobernar un país donde las satánicas ideas de la Ilustración se estaban imponiendo. Ello puede explicar por qué hoy en día Colombia está como está: sus dirigentes, en lugar de gobernar, se dedicaban a defender la herencia española más significativa: el idioma (esto obedece en el fondo a una férrea campaña de conquista y colonización). Costeño es también, como el profesor Super O, el autor de una de las más grandes obras de la literatura española, junto con el Quijote: Cien años de soledad. Y no debemos olvidar que justo en la primera frase de ésta, hay un error gramatical garrafal: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar...". Qué espanto. Seguramente Miguel Antonio Caro, el vicepresidente de Núñez, artífice de la guerra de los mil días (no es una obra, fue la primera guerra civil colombiana en este siglo) y fundador de la Academia Colombiana de la Lengua habría arrojado con horror lejos de sí el libro sin haber pasado de este primer parágrafo. Como con horror los miembros de la Real Academia Española criticaron -y por tanto vetaron un asiento para Gabo- su propuesta de transformar la ortografía del español para simplificarla. Y es que la propuesta del escritor colombiano debe entenderse, no como una simplificación en busca de evitar que los niños sufran por los dictados, sino como lo que es: una crítica a la ridícula idea de que se es más inteligente, de mejor clase, más distinguido, si se habla y se defiende un correcto y gramaticalmente bien formado español. Esta preocupación por los gazapos idiomáticos y el uso de un vocabulario barroco, por lo menos en este país, ha hecho que olvidemos lo más importante: la expresión correcta de nuestras ideas, y la revisión de la validez de los razonamientos expresados en el lenguaje. La corrección gramatical y ortográfica es útil para facilitar la comprensión. No es lo mismo que Juan le escriba en una carta a su padre, José Galat, por dar un nombre, "me voy a casar con Mario" a que escriba "me voy a cazar con Mario".
Sería preferible que los defensores del "hablar correctamente" se convirtieran además y sobre todo en defensores del "argumentar correctamente". Tendría que haber un héroe que ante cualquier violación del pensamiento racional, lógico, apareciera en una cerebro-nave: "un momento señor Presidente, está utilizando un razonamiento indebido. Descalificar la fuente de una información o de un argumento, no prueba que la información sea falsa; así, decir 'las acusaciones contra Noguera son falsas porque las hace un delincuente' es un error grave. A pesar de que está en la cárcel, puede estar diciendo la verdad. En efecto, si García dice que la tierra es redonda, ¿estaría diciendo algo falso porque está en la cárcel?" La tira cómica finalizaría citando el nombre en latín del error de razonamiento -en este caso ad hominem- para descrestar, mientras se escucha la frase "hemos bajado los índices de irracionalidad, un poquitico. Por supuesto, debería haber una sección así también en los periódicos.
La última de estas campañas en busca del buen hablar la viene realizando Martín de Francisco con las aventuras del profesor Super O, quien busca, ayudado de Cevichica (por lo del ceviche), disminuir los índices de ignorancia.
Pero el héroe de este dibujo animado, lejos de ser uno de los rígidos y encopetados académicos del Instituto Caro y Cuervo, es un profesor costeño, del Chocó y negro, que en lugar de pertenecer a esa clase social que desde los tiempos de la colonia ha detentado el más rancio abolengo, pertenece más bien al pueblo común y corriente. La serie es, por tanto, iconoclasta. Los puristas de la lengua habrían puesto como protagonista seguramente al cartagenero Rafael Nuñez, blanco y católico hidalgo del Partido Liberal, quien, además de idear la Constitución colombiana de 1886 se dedicó a traducir del latín a Horacio, en los ratos libres que le dejaba la penosa tarea de gobernar un país donde las satánicas ideas de la Ilustración se estaban imponiendo. Ello puede explicar por qué hoy en día Colombia está como está: sus dirigentes, en lugar de gobernar, se dedicaban a defender la herencia española más significativa: el idioma (esto obedece en el fondo a una férrea campaña de conquista y colonización). Costeño es también, como el profesor Super O, el autor de una de las más grandes obras de la literatura española, junto con el Quijote: Cien años de soledad. Y no debemos olvidar que justo en la primera frase de ésta, hay un error gramatical garrafal: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar...". Qué espanto. Seguramente Miguel Antonio Caro, el vicepresidente de Núñez, artífice de la guerra de los mil días (no es una obra, fue la primera guerra civil colombiana en este siglo) y fundador de la Academia Colombiana de la Lengua habría arrojado con horror lejos de sí el libro sin haber pasado de este primer parágrafo. Como con horror los miembros de la Real Academia Española criticaron -y por tanto vetaron un asiento para Gabo- su propuesta de transformar la ortografía del español para simplificarla. Y es que la propuesta del escritor colombiano debe entenderse, no como una simplificación en busca de evitar que los niños sufran por los dictados, sino como lo que es: una crítica a la ridícula idea de que se es más inteligente, de mejor clase, más distinguido, si se habla y se defiende un correcto y gramaticalmente bien formado español. Esta preocupación por los gazapos idiomáticos y el uso de un vocabulario barroco, por lo menos en este país, ha hecho que olvidemos lo más importante: la expresión correcta de nuestras ideas, y la revisión de la validez de los razonamientos expresados en el lenguaje. La corrección gramatical y ortográfica es útil para facilitar la comprensión. No es lo mismo que Juan le escriba en una carta a su padre, José Galat, por dar un nombre, "me voy a casar con Mario" a que escriba "me voy a cazar con Mario".
Sería preferible que los defensores del "hablar correctamente" se convirtieran además y sobre todo en defensores del "argumentar correctamente". Tendría que haber un héroe que ante cualquier violación del pensamiento racional, lógico, apareciera en una cerebro-nave: "un momento señor Presidente, está utilizando un razonamiento indebido. Descalificar la fuente de una información o de un argumento, no prueba que la información sea falsa; así, decir 'las acusaciones contra Noguera son falsas porque las hace un delincuente' es un error grave. A pesar de que está en la cárcel, puede estar diciendo la verdad. En efecto, si García dice que la tierra es redonda, ¿estaría diciendo algo falso porque está en la cárcel?" La tira cómica finalizaría citando el nombre en latín del error de razonamiento -en este caso ad hominem- para descrestar, mientras se escucha la frase "hemos bajado los índices de irracionalidad, un poquitico. Por supuesto, debería haber una sección así también en los periódicos.
3 comentarios:
Hola cuando dices...
"los factores clave", "los puntos clave" o "los personajes clave". Lo correcto sería usar "claves" ¿o estoy equivocado? Nuestra lengua utiliza el plural en los adjetivos, al contrario de la inglesa."
..., creo que estás en un error, o así lo dice la RAE en su página
http://www.rae.es/rae/gestores/gespub000018.nsf/(voAnexos)/arch8100821B76809110C12571B80038BA4A/$File/CuestionesparaelFAQdeconsultas.htm#ap27
en el apartado de PALABRAS CLAVE
Ja ja ja. Ahora sí me reí con este comentario. La idea de este escrito era mostrar que en Colombia, mi pobre país, los ciudadanos discuten por los triviales gazapos gramaticales, pero no se dedican a ponderar la fuerza de los argumentos que demuestran, por ejemplo, que este país está al borde de la desintegración debido a la toma del poder por parte de los Paras. Es decir, los colombianos nos dedicamos a criticar cómo hablan los demás, pero no tenemos ni idea cómo criticar -argumentadamente- cómo razonan los demás. Y este comentario, si no es irónico, comete exactamente ese error. Lo importante no es si hay "puntos clave" o puntos claves" sino que Jorge 40 le hizo conejo, como muchos jefes paramilitares, a la justicia colombiana. Los últimos sucesos, me dan la razón: las grabaciones en la cárcel, donde queda demostrado que siguen cometiendo delitos, la negativa de muchos jefes a admitir su culpabilidad, etc. Todos estos son "puntos claves" que justifican, como mínimo, que el comisionado de paz renuncie. Pero claro, al escribir esto, no faltará el que diga "está mal decido 'puntos claves' pues lo dice el DRAE". ¿Podríamos por favor discutir sobre argumentos y no sobre gramática?
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