jueves, julio 08, 2010

Defensa de la brutalidad de las reinas

En este momento están realizando el concurso para elegir a la señorita Bogotá. Y por supuesto, los periodistas han afilado sus micrófonos a la caza de las bestialidades que suelen decir estas señoritas. El catálogo ha mejorado últimamente, y supongo que va a la par con el detrimento de la educación secundaria y, hay que decirlo, universitaria. Las candidatas cada vez son más estudiadas, pero cada vez saben menos cosas. Estudian comunicación social, relaciones exteriores, administración, y otro sin fin de carreras que no aportan absolutamente nada a la sociedad colombiana, en costosas universidades que lo único que quieren es su dinero de las matrículas. ¿Qué no? ¿Qué yo estudio administración y mi carrera sí sirvió para algo? Es que hasta estudiar electrónica para salir a vender celulares es una prueba de que más de la mitad de las carreras en Colombia no sirven, pues no se ejercen al salir. Pero volviendo al tema, no importa qué tan “preparadas” estén las candidatas luego de estudiar cinco semestres de hotelería y turismo en “Reformitec”, siempre salen con alguna estupidez. ¿A qué se debe esto? Fácil. Pensemos la situación. Para ser genio en algo se necesita un mínimo de ocho horas diarias de prácticas. Así, una reina, para ser reina debe ser hermosa, y esto implica dedicarle un tiempo serio a su preparación antes de entrar a estudiar. Así, es raro encontrar una reina en, digamos, la Universidad Nacional (la mejor de Colombia), que estudie matemática y tenga un promedio ponderado de 48: debe dedicarse a hacer ejercicio, maquillarse, arreglarse, etc. Haciendo esto no hay manera de ser bueno en lo otro, debe elegir. Así, las encontramos es en universitecas que dejen tiempo para todo eso, rumbear, y, de vez en cuando, estudiar. Si pierden alguna materia, siempre está el recurso a llorar, llamar a los padres y quejarse porque, al mejor nodo del traqueto colombiano, “está pagando por estar en la universidad” y debe por ello pasar. Ojalá con buenas notas. Así pues, las candidatas no están bien preparadas, al menos académicamente. Por otro lado, debe tenerse en cuenta lo siguiente: como parte del reinado deben someterse, casi desnudas, a que un ejército de personas las miren, las critiquen, las manoseen, amén de que durante el certamen todo el mundo estará mirándoles el culo y gritándoles vulgaridades acerca de lo feas que son sus tetas (aunque en vivo se vean espectaculares). En casos extremos (Colombia es pasión) serán atacadas para dejarlas deformes. Así pues, la brutalidad no es de las reinas, sino de periodistas, preparadores, espectadores y demás, quienes exigen intelectualidad a una mujer que será calificada básicamente con un criterio: está buena o no lo está. Pedirle información a una reina es como exigirle un doctorado a una acriz porno: ¿en qué influye su intelecto para una labor eminentemente física, centrada únicamente en la imagen? Digan lo que digan candidatas, preparadores, jurados, periodistas, etc., los reinados juzgan eso: la belleza, y nada más. Para demostrar que son inteligentes e intelectuales están los concursos como “Quien quiere ser millonario”. Así la señorita Bogotá tenga un doctorado en bioquímica de la universidad de Stanford, si es fea, no ganará. Los brutos son entonces los que se ensañan con estas chicas semidesnudas, inseguras por su baja preparación académica (y esto es culpa de las universidades que las aceptan con el fin de robarles el dinero, no de ellas), y de los periodistas que les hacen preguntas idiotas. Y como la culpa es de ellos, aquí presento un catálogo de sus estupideces. En 1999 la revista Carrusel publica la siguiente entrevista a Claudia Lucia Rey Cote, Srta. Santander, y le pregunta: “Según usted, ¿cuál fue el descubrimiento más importante de este siglo?” La respuesta de la candidata, estudiante de odontología, fue la siguiente: “La imprenta porque gracias a los medios escritos podemos conocer otras culturas, mejorar la comunicación y tener un registro histórico de lo que está ocurriendo en el mundo [cursivas mías].” ¿Bruta? Quizás no. Brutos el periodista, el redactor y el corrector de estilo de la revista de vanidades, que ignoran que la imprenta de tipos móviles fue inventada por Gutenberg en el siglo XV, como variación de la imprenta china, de tipos fijos, hecha cerca al año 1000. Que yo sepa, ni lectores, ni otros periodistas, se burlaron de esta respuesta. Brutos todos, sobre todo los periodistas, a quienes les debieron enseñar eso en el primer día de clases en la universiteca a la que fueron. ¿Otra perla “periodística”? El día del partido Alemania-Australia, 13 de junio de 2010, escuché la siguiente frase de un locutor colombiano sobre un jugador alemán: “Nikita… Ru … kav… ytsya… Rukavytsya… por el nombre y lo complicado del apellido, debe ser japonés”. De nuevo, nadie hizo escándalo ni se burló. Pero para las personas medianamente informadas, Nikita suena a nombre de dirigente soviético, más exactamente Kruschev. Así, debe ser de ascendencia rusa. O, como la otra mitad de los jugadores alemanes, al menos polaco… pero ¿japonés? No hay derecho. Por ello, hay personas que no tienen derecho a tachar de brutos a otros, pero sí tienen el deber de no decir brutalidades, al menos no en los medios…

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Los laberintos - Reflexiones sobre la filosofía de la periferia por Alfonso Cabanzo se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.