jueves, septiembre 29, 2016

El deber de la posibilidad

Cuando pase el plebiscito los enemigos en redes habrán cesado. Volveremos a nuestro estado de siempre: nuestros buenos trabajos, a estudiar en nuestras buenas universidades, a una cama limpia y caliente. Si peleamos con algún amigo iremos a un bar a beber cerveza y hablar de negocios o viejos buenos tiempos. Si fue un familiar escucharemos los cuentos de mamá antes de dormir, besaremos a nuestros hijos y hermanos. Los generales seguirán en sus casas ordenando a los soldados rasos atacar. Si gana el NO, los combatientes seguirán como siempre: en la selva, huyendo al ruido de los aviones cuando descargan sus racimos; evitando tomar tal o cual camino porque una bomba destrozará el convoy y de paso a sus compañeros. Los campesinos seguirán huyendo en procesiones religiosas desde sus tierras a donde no estén los paras o guerrilleros. Las madres seguirán llorando a sus hijos, pobres enlistados; huérfanos reclutados a sus padres asesinados. Si gana el NO, no pasará nada. Si gana el SÍ los colombianos tenemos por primera vez en 50 años la posibilidad de que los combatientes lleguen a una cama caliente, se re encuentren con sus familiares y amigos, la posibilidad de que la madre no tema por la vida de su hijo, enlistado en una batida en la ciudad tras una noche de fiesta. ¿Podemos negar esa posibilidad? ¿Seremos tan mezquinos de que en función de nuestras opiniones, de nuestras tozudas razones, negaremos a esta gente la posibilidad de salvar su vida del temor a la muerte, de cambiarla? En NO es votar por lo que ya sabemos que hay. El SÍ es votar por la posibilidad cierta de cambiarlo

jueves, agosto 18, 2016

Indigencia


Las ventanas rotas traen miseria. La miseria trae más miseria. Centenares de hombres marchitos por la droga duermen en las calles, sobre asfalto agujereado entre cambuches de plástico, robándole al ladrillo bocanadas para saciar su inagotable sed. Duermen al cobijo de un antiguo barrio invadido por hordas de desahuciados sociales. Todos los desprecian, yo mismo, cada habitante de los bloques vecinos. Estratégicamente el alcalde decide arrojarlos de este resguardo, esta cueva de capos, una zona de guerra que nadie quiere. Se refugian cerca, los desarraigados, lavando sus humores con el agua pútrida de las cañadas. Mientras tanto los diarios y la televisión nos hablan del importante golpe a la delincuencia, de lo bien planeada que es esta estrategia del tecnócrata, del administrador de turno, falsamente vendido como un sabio que no tiene más que un cartón por él mismo firmado y los apellidos de su padre. En la noche llueve, como hace días no cae agua en la ciudad de las coronas fúnebres, y en su camino lava el mugre de la sociedad arrastrando entre las piedras estos seres rechazados. Va camino abajo con sus pipas, sus colillas, sus mugrosos trapos, la corriente de indigentes desplazados. Mientras tanto la ciudad sigue allí, inerte, rogando para que el eterno diluvio no cese jamás y se lleve su mugrera hacia otros lados.

martes, abril 05, 2016

Realidad...

Ahora que te amo me doy cuenta, de manera profunda y absoluta, de que mi tristeza no es causada por la soledad...
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Los laberintos - Reflexiones sobre la filosofía de la periferia por Alfonso Cabanzo se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.