jueves, mayo 16, 2019

La barbarie que todo lo aniquila

He conocido hoy un teatro romano. Toneladas de piedras colocadas allí desde hace dos mil años por hombres anónimos, acaso esclavos. Solo queda el nombre del gobernante que construyó la obra, como símbolo del poder romano y consolidación de la forma de vida imperial: Marco Vipsanio Agripa, amigo de Augusto. A medida que bajo hacia el sur de la península ibérica encuentro más ruinas como estas, sobre cuyos cimientos se han construido mezquitas musulmanas, mil años después, y quinientos años más tarde templos cristianos. Hoy, pasados otros quinientos años, hay museos o centros turísticos donde miles de viajantes dejan su dinero a cambio de conocer un trozo de la historia de antiguas civilizaciones. Cada Imperio construye sus templos sobre las ruinas de los anteriores, y cada culto encumbra aquello que le es caro: si antes era la política, pasó a ser la religión y ahora es el dinero. En mil años, toda vez que una barbarie aniquile lo que somos, quizás se construya sobre las ruinas de las grandes instituciones financieras, que son ahora quienes tejen los edificios más grandes. No en vano Al- Qaeda atacó las Torres Gemelas, santuario del Mercado, la Poderosa Divinidad de nuestros días.
La Batalla de New York, óleo sobre lienzo de Delacroix
Ya en la costa del Mediterráneo intento imaginar cómo los árabes salieron de Medina, actual Arabia Saudita, conquistaron el norte de África, cruzaron el Estrecho de Gibraltar y llegaron en el curso de un siglo hasta Poiters, casi a la mitad de lo que hoy es Francia. Parado en las costas trato de ver África y no lo logro. ¿Qué veían los seguidores de Mahoma desde allá? ¿Qué los llevó a mover miles de soldados, caballos, armas, para instalarse en esta remota península? Lo mismo que llevó a Alejandro Magno hasta los confines de la India, y a los Romanos hasta esa isla remota que llamamos Britania; lo mismo que llevó a los Incas a salir de Cuzco para conquistar hasta el norte de Argentina, supongo. Pero más allá de ese “algo” no logro entender qué es. Quisiera saber más sobre los árabes en España, y por qué construyeron fuertes que defienden los territorios no solo de sus enemigos del norte, sino también de visitantes del sur. Descubro así que dentro de los mismos árabes había facciones que buscaban atacar el reino de Al – Ándaluz, así como dentro de los seguidores de Cristo había facciones que buscaban exterminarse unas a otras.
Batalla de Poitiers, que frena en Francia
la expansión musulmana. Foto cortesía de Reuters

DescripciónPoitiers 

Solo quedan fragmentos de esas vidas. Algunas atalayas, las murallas de las ciudades antiguas donde ahora reposan tranquilas viviendas de ciudadanos pacíficos de este nuevo siglo. En otras épocas había caminos fortificados con losas de piedra, guardias con sus cotas de malla y espadas de acero de Damasco, comercio de dátiles y especias lejanas. ¿Qué quedará de todo lo de hoy en mil años? ¿Cómo describirán nuestra Vía Apia actual, un manto de asfalto bordado de luces eléctricas y glifos modernos indicando cómo conducir prudentemente? Si el apocalipsis destruyera estos delicados sistemas, ¿qué pensarían los arqueólogos del futuro? ¿Pensarían que nuestros dibujantes tenían tan mala técnica y perspectiva que solo eran capaces de hacer esos monicongos sin rostros y manos?


Antiguo mall en las costas del Mediterráneo
La distancia temporal que nos separa de los romanos es la misma que los separaba a ellos de las maravillas de Babilonia, e ignoramos tanto de cómo vivían los Latinos como ellos ignoraban la cotidianidad de los Sumerios. A un joven de hoy le cuesta imaginar cómo era la vida sin computadores tanto como a mi me cuesta imaginar la vida sin luz eléctrica. Y para un campesino europeo medieval fue virtualmente imposible saber qué maravillas construiría -o destruiría- el ser humano mil años después de su muerte. ¿Qué será de nosotros? ¿Qué será del futuro? Un borrón en el disco duro de un ordenador es suficiente para borrar décadas de historia, tan fácilmente como el incendio de una biblioteca medieval desaparecía el conocimiento de generaciones enteras. Estas letras desaparecerán para siempre si el computador donde están almacenadas falla, y se perderá una gota de agua en el océano de información de hoy, como se ha perdido la vida diaria de los antiguos hombres que poblaron estos terrenos. Solo nos quedan unas espadas oxidadas y unas murallas maltrechas. Acaso tengamos que consignar en piedra la historia del siglo XXI para que en el futuro no se borre solo con oprimir mal un botón el libro de nuestra civilización.
Antiguos glifos del remoto siglo XX. Se ignora su significado

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Los laberintos - Reflexiones sobre la filosofía de la periferia por Alfonso Cabanzo se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.