sábado, abril 16, 2011

¿Dónde están los periodistas?

Cuentan que cuando a Kant empezaron a azuzarlo para que ofreciera una respuesta al escepticismo sobre el mundo externo escribía en sus notas personales que estaba muy ocupado y muy cansado, de manera que le fastidiaba absolutamente tener que dedicar segundos de su tiempo a demostrar lo que todo el mundo sabe: que el mundo externo existe. Ante la pregunta formulada en la revista Arcadia ¿Dónde están los filósofos?, las respuestas no se han hecho esperar. La revista Semana, más seria que Arcadia, ya dedicó unas páginas al debate. Confieso que me da un poco de pereza. Tengo mucho que hacer, pero como en la sociedad de hoy el que no trata de hacer escándalo en los medios –sus 15 minutos de popularidad– no existe, daré mi respuesta al debate. Ya hace mucho respondí a un interrogante similar a partir de una frase adjudicada a Nietzsche: por donde pasan las ideas, cincuenta años después pasan los cañones defendiéndolas. La labor del filósofo, del verdadero filósofo, es evitar que esto suceda. Sentado en su escritorio, o caminando por la pradera rodeado de sus alumnos, el pensador suele ante todo tener una actitud crítica, a veces crítica en extremo, y para algunos crítica hasta la nausea. Ello no quita que algunos se hayan vendido “al sistema”: el mismísimo Hobbes trató de congraciarse con el rey mediante sus escritos, aunque finalmente también fue perseguido, pues sus escritos de todas formas incomodaban a la nobleza. Ahora bien, ¿qué tiene qué decir el filósofo ante los problemas actuales del país? No recuerdo haber leído una alusión directa de Sócrates a la Guerra del Peloponeso, aquel conflicto entre Atenas, el hogar de los filósofos, y Esparta, la cuna de los guerreros. No obstante, Sócrates fue juzgado y condenado a morir, pues se convirtió en una piedra en el zapato de los dirigentes de una democracia corrupta. Platón escribió entonces una diatriba contra esa Democracia, abogando por una dictadura del filósofo, aquel capaz de ver más allá de las narices de ciudadanos estupidizados por la comedia y la poesía, artes que él expatrió de su República. El pensador se convierte así en alguien impotable, que difiere de las opiniones del gobierno de turno y es pocas veces querido. Excepto, por supuesto, cuando se alía con estos e invita, como Aristóteles, a legitimar la esclavitud, o como Tomás de Aquino, a la guerra justa contra los musulmanes. Y la situación hoy en día no cambia: Bernard-Henri Lévy, influyó en la decisión de la ONU de atacar Libia. Actualmente Habermas, por ejemplo, es invitado constantemente a reuniones con el gobierno alemán, y su opinión es consultada y solicitada en los medios europeos de todo el mundo. Derridá fue entrevistado muchas veces para preguntársele sobre su posición sobre el terrorismo, y Paul Virilio aparece constantemente en los medios para criticar su posición sobre el desarrollo de los medios virtuales. Si buscamos, por ejemplo, en El Tiempo o en El Espectador no hay más que un artículo de Singer, ninguno de Habermas, Derridá o Virilio, sólo menciones escuetas en artículos culturales, donde poco o nada se difunde su pensamiento. Así pues, la pregunta adecuada más bien parece ser: ¿dónde están los periodistas? ¿Por qué ellos no indagan sobre los trabajos que los filósofos llevan a cabo en nuestro país? Los filósofos consultados por el periodista en Arcadia aceptaron tácitamente, con sus respuestas, que los filósofos no hacen nada. Pero ello es falso. Más bien su trabajo es invisibilizado por los medios. Por ejemplo, las investigaciones sobre ética y conflicto de Guillermo Hoyos, a quien jamás invitan a opinar en El Tiempo. Hay libros y estudios serios sobre la ideología conservadora, radical e irracional de Miguel Antonio Caro, compilados por Rubén Sierra Mejía, pero nadie a divulgado las conclusiones que de allí se desprenden: el país fracasó durante la primera mitad del siglo XX en parte gracias a ese proyecto de la Regeneración Conservadora, que echó para atrás las reformas liberales de mediados del siglo XIX. Para la celebración de los 100 años de su muerte, no hubo un debate serio sobre estas conclusiones, y los mismos medios de siempre siguen exaltando la figura de este anti–pensador, de la misma manera en que Londoño o José Obdulio son presentados como “filósofos”, se les dan espacios en radio, prensa y televisión, mientras se ignora a pensadores serios y rigurosos. Para la muestra, un botón: el artículo de El Tiempo donde se reseña la conmemoración afirma que el movimiento de la Regeneración “es considerado como el movimiento que implementó la modernización en esferas como la economía y en los aparatos institucionales del país”. Salomón Kalmanovitz, economista, filósofo, y ex gerente del Banco de la República, desmiente esta afirmación en la publicación de Sierra, y afirma que esas reformas económicas quebraron al país. Pero nada, los medios no hacen eco de las críticas al panteón de la estupidez nacional. Así mismo, ni El Tiempo, ni Semana, se le ha preguntado a algún filósofo –el educador por antonomasia, desde Sócrates– su posición sobre la reforma la educación superior. Más bien el filósofo debe salir a buscar esos espacios, y de hecho, lo hace. Ahora bien, los filósofos entonces están usando, he dado unas pequeñas muestras, medios alternativos de difusión de su pensamiento, ya sea desde la universidad, o desde el Blog. Que los medios tradicionales –con sus artículos amañados, superficiales y sesgados– no lo quieran ver, es otro asunto, como no han querido ver otras muchas cosas en el país.

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Los laberintos - Reflexiones sobre la filosofía de la periferia por Alfonso Cabanzo se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.