domingo, abril 03, 2011

La falacia de la educación

Todos los problemas de este país se reducen a la educación: una mejor educación nos hará un mejor país. Se postula así como premisa el que deba ampliarse la cobertura. Cada vez más y más graduados. Ahora bien, ¿es esto bueno? La cantidad muchas veces ha estado asociada con la baja calidad. Por ello debemos tener en cuenta qué es lo que estamos formando. Por ejemplo, el número de facultades de medicina en Inglaterra, un país con 61 millones de habitantes y un sistema de salud de los mejores del mundo, es 29. En Alemania, con 82 millones, tiene 38. En Colombia, con 44 millones y un sistema de salud que da vergüenza, hay 57. Casi el doble. De hecho, hay en promedio más médicos por persona que en países como Japón y Rusia. Por supuesto, el sistema de salud es pésimo, y, siguiendo una máxima de la economía, a mayor oferta, menos precio. Por ello, los salarios de nuestros médicos no son tampoco lo mejores. Y con malos salarios, salvo en un país comunista como Cuba, los profesionales suelen ser la mata de la mediocridad: tenemos 20 años de atraso en medicina, según Emilio Yunis, el médico genetista más reputado en nuestro país. No tenemos un premio Nobel de ciencia, y el único nominable, Patarroyo, curiosamente no tenía doctorado cuando inició sus investigaciones, pero es el único colombiano que ha desarrollado vacunas exitosas a partir de métodos desarrollados por él y su equipo. Ello se debe a que la universidad está transformándose cada vez más en escuela técnica. Aquí, y en otros países. Por otro lado, los verdaderos estudios universitarios, se han tornado inútiles. En muchos casos, los estudiantes salen con grandes deudas, que contrajeron para poder pagar sus estudios, pero estas inversiones no serán redituables. No hay posibilidades de que el mercado laboral absorba a la cantidad de profesionales que se gradúan cada año. Sumémosle a eso el hecho de que este no es un país industrializado. Nuestros ingenieros salen a vender computadores que otros ingenieros fabrican en otros pases, a pegar cables, que otros ingenieros, en otros pases fabrican, o a robar, como los Nule, pero rara vez salen a crear empresa, a innovar, a crear tecnologías que aumenten el producto interno bruto. Y ello es así básicamente porque en este país no tenemos universidades: tenemos escuelas cada vez más técnicas. Eso sí, reportan grandes ganancias: cada vez hay más estudiantes que buscan el preciado título, pero pocas veces sucede que el título los saque de la pobreza: simplemente los inserta en un círculo de producción y de deudas del que es poco probable escapar. Suelen mostrarse muchos estudios en donde se ve que los países industrializados tienen los mayores números de graduados universitarios por año. También se omite que suelen tener un mayor número de habitantes, lo que redunda en que comparados con Colombia, serían un menor porcentaje de su población. En cambio, poco se habla de el número de Investigaciones realizadas: a mayor número, mayor calidad de la educación. En resumen, más cobertura no redunda en mejor educación. La educación debe mejorarse en la secundaria: personas que sepan leer y escribir, sumar y restar, preparadas para la vida. Una cultura de la educación y de la crítica, donde hasta los choferes de bus lean –porque aquí al menos no leen ni las señales de tránsito–. Una sociedad igualitaria, donde no sea necesario entrar a una universidad aristocrática para ganar un sueldo decente para vivir. Hay que ampliar, eso sí, la cobertura en institutos técnicos con corta duración, de manera que los jóvenes salgan a trabajar desde los diez y ocho años, en lugar de estar estudiando contaduría y administración por cinco años (?!) y hasta los cuarenta viviendo con sus padres tras el décimo doctorado (inútil, por supuesto, en management). Las universidades entonces deben ser lo que siempre han sido: centros de élite, a donde sólo entran los mejores, quienes deseen estudiar (no sólo ganar dinero), para que así desarrollen un pensamiento científico que redunde en la creación de tecnologías, que a su vez hagan crecer al país. El caso de China es emblemático: en el país más poblado del mundo, había sólo tres estudiantes en la maestría en literatura, según un amigo que dictó allí clases. Y por supuesto, la universidad debe estar financiada por el Estado, no mediante préstamos, sino financiada totalmente. La empresa privada puede financiarla, siempre y cuando no busque convertirla en un instituto técnico que forme secretarias bilingües y vendedores de celulares, algo para lo cual gastar 30 millones de pesos luego de cinco años, con un prospecto de sueldo de un millón, me parece absurdo. Eso aumenta la pobreza, no la disminuye.

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Los laberintos - Reflexiones sobre la filosofía de la periferia por Alfonso Cabanzo se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.