martes, mayo 28, 2013

Lo inefable del arte

Ahora interpreto en la guitarra el Preludio de la Suite IV para Laúd de Juan Sebastián Bach. Inicia con un tema alegre y rítmico que va atravesando todo el diapasón, desde las notas más agudas hasta las más graves. Se devuelve hasta estas notas altas y continúa con un arpegio que desciende en unísonos; esta figuración da una sensación polifónica única. No recuerdo cuándo la escuché por primera vez, pero no olvido esa inefable sensación, la sensación de enfrentarme a lo Absoluto, la sensación de escuchar una pequeña pieza compuesta por un hombre hace doscientos setenta y seis años a la luz de una vela. Bach vio las posibilidades del instrumento y escribió una serie de danzas. Ahora pulso las cuerdas lentamente, escuchando los sonidos que se pierden en el espacio, hacia la noche, sintiendo contrapuntos pensados por este hombre hace trescientos años. Hace tres siglos sus dedos se deslizaron por el diapasón de la misma forma en que ahora los míos lo hacen, produciendo las mismas vibraciones en el aire, los mismos armónicos, las mismas relaciones de intervalos. Por un breve instante soy él; el tiempo se desvanece y estamos ante la misma obra; esa es pues la verdadera vivencia del arte. 

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Los laberintos - Reflexiones sobre la filosofía de la periferia por Alfonso Cabanzo se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.