martes, junio 20, 2006

Un estudio muestra...que la estupidez humana no tiene límite (Primera entrega)

Exceso de autoridad hace que los niños pierdan su creatividad y lleguen al fracaso escolar. Eso comprobó un estudio de la Universidad de Lausana (Suiza). Este es un titular de EL TIEMPO en la sección de Educación. Otro día leía un artículo criticando un texto publicado en la revista Cambio (no he podido dar con el artículo) donde se revelaba que el consumo de marihuana producía esquizofrenia. Y otro más habla de lo mala que es la televisión. Si antes se pensaba que el hecho de que la Biblia lo dijera lo hacía cierto, luego se pasó a creer que lo que dice la ciencia es 100% verdadero y es la última palabra (pero ni los científicos tienen tal actitud, o mejor, sobre todo ellos jamás tienen esta actitud), y ahora resulta que si lo dice un “estudio” es cierto más allá de toda duda. Los periódicos mencionan casi que a diario la existencia de "un estudio" que revela algún dato maravilloso de la condición humana: “un estudio demuestra que si se consume más sal se corre el riesgo de quedar impotente”; "un estudio demuestra que si se duerme más de ocho horas diarias saldrá barriga”; un estudio demuestra que...”.

El problema es que la mayoría de los mortales ignoramos cómo funcionan estos estudios. La mayoría ignoramos cómo llegan los científicos a descubrir que algo es causa de otra cosa. Ni siquiera los médicos -me comentaba un bioquímico el otro día- saben de dónde salen las sustancias químicas con las que se hacen los remedios que recetan diario amparados por el Plan Obligatorio de Salud. Y la respuesta es obvia, aun para un ignorante como yo: ¡de las plantas!

¿Y cómo se ha llegado a descubrir que el ácido acetilsalicílico causa que desaparezca el dolor de cabeza, o que el Viagra aumenta la erección? En principio los métodos son los mismos que determinan que ver mucha televisión causa niños violentos. Los filósofos, como Hume y Mill gastaron mucha tinta al respecto. En primer lugar, hay que aclarar el concepto de “causa”. Una relación causal no es algún tipo de conexión misteriosa que viaja por el aire de un cuerpo a otro. Esa era la creencia antes de que Hume nos hiciera caer en la cuenta de que lo único que hay es una conexión entre dos hechos, y siempre que aparece uno el otro también se da. Es decir, yo infiero que causo el mal genio de mi novia porque siempre que llego a casa me echa una cantaleta de dos horas. O infiero que el pasto me produce alergia porque siempre que me acuesto en él aparezco brotado. Y así mismo, si mi lámpara no funciona, remplazo el bombillo y sigue sin funcionar, luego remplazo el cable de alimentación y de pronto funciona, he descubierto que el cable es la causa de que no funcione el aparato. Por supuesto, puedo ahondar más la investigación para determinar si es el alambre de cobre que está roto, o es el enchufe.

Me explico. Para establecer una relación causal entre A y B primero establecemos que hay una correlación entre ambos hechos: siempre que abro los ojos cantan los pajaritos en mi ventana. Pero esto no es suficiente para establecer una relación de causalidad entre ambos. Para ello, establezco si al suprimir uno de los hechos el otro también desaparece: Siempre que se da A, aparece B. No se da B y desaparece A; puedo inferir, por tanto, que B es la causa de A. Una causa necesaria. Así pues, si abro los ojos ( a las dos de la mañana, por ejemplo) y los pajaritos no cantan, puedo descartar que sea mi acto de abrir los ojos la causa de su canto. Así mismo podemos ver si las condiciones en que se da un hecho varían proporcionalmente a la condiciones en que se da otro: Si la cantidad de A aumenta en un 10% y la de B disminuye es un 10% las quince veces que observamos la correlación, inferimos que hay una relación causal entre ambos. Estos métodos no nos dan una evidencia del 100% en nuestras inferencias, pero el punto es que son quizás los únicos que hay para establecer estas relaciones.

Un ejemplo práctico y real de cómo se usan podría ser el de la malaria. Resulta que los chamanes del amazonas usan en sus ritos la planta “Plectranthus”. Siempre que la usan en sus ritos chamánicos “misteriosos y mágicos” el enfermo de malaria se cura (digamos, de cien veces que se usó, noventa veces hubo curación), así que inferimos que la planta causa la sanación del enfermo. Pero en un rito de estos hay muchos elementos además del Plectranthus: los cantos del sacerdote, el humo del tabaco, las maracas, etc. Lo que hacemos es determinar si la ausencia de alguno de estos evita la curación, o su presencia la produce. Metemos en un cuarto a diez personas enfermas de malaria a escuchar maracas todo el día, mejora su estado de ánimo pero no su enfermedad, así que descartamos las maracas. Lo mismo hacemos con el humo y los cantos. Al final lo único que nos queda es la planta. Pero, aun hay más: ¿cuál de todos los elementos que componen el Plectranthus causa la curación? Repetimos el experimento en un complicado proceso de “ensayo y error” [erronéo, lo llamó mi amiga Fergie] hasta dar con el componente último. Por ejemplo, el tetrahidroplectranthustubinol (estoy, por supuesto, inventando) que no es otra cosa que el nombre que la científica le puso a esa molécula correlacionada con la cura de la malaria, producto de una super destilación y de dar cada nuevo componente extaído a un grupo de prueba, o “conejillos de indias”: micos o cerdos (o inmigrantes latinos que ofrecen su cuerpo a cambio de unos dólares). El método parece rústico, pero no hay otro. La blancura de los uniformes y los tubos de ensayo que se muestran en las películas sólo disfrazan el hecho de que se usan casi las mismas técnicas que llevaron a Marie Curie a revolcar toneladas de piedra para encontrar un nuevo Elemento químico, y que la llevaron también, dada su exposición, a morir de contaminación radioactiva.

Lo curioso es que casi todos sabemos que este es el método usado para fabricar las drogas que se consumen en todo el mundo, pero no lo asociamos casi nunca con la fabricación de remedios: la cocaína es un extracto de la hoja de coca. El tetrahidrocanabinol es el agente psicoactivo del cáñamo (marigüana, decimos aquí en Colombia). El mismo agente psicoactivo del LSD es extraído, según lo cuenta el mismo Hofmann en su libro “El camino a Eleusis”, del Cornezuelo, un hongo que crece en el Centeno. Una vez se extraen estas moléculas se puede tratar de imitarlas por medios puramente químicos, lo que se llama “síntesis”; de ahí las drogas “sintéticas”. [Y por eso dejar que los científicos extranjeros vengan a investigar en nuestras selvas no es otra cosa que “venderla”, puesto que las drogas que deriven de esas plantas, posteriormente nos las venderán por cuatro millones de veces lo que les costó fabricarlas.]

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Los laberintos - Reflexiones sobre la filosofía de la periferia por Alfonso Cabanzo se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.